Titulo 1: ¨La soberanía reside en el pueblo”.
Reformar la Constitución es aplicar la Constitución. Su reforma está regulada
en el título X y en el último y se explica en el art. 168.
*Notas para las Jornadas Constitucionales de la Universidad y el Justicia de Aragón 03.12.214
La Constitución ha sido violada y el pacto
del 78 que la alumbró, destruido. Hoy se trata de superar y adaptar el texto a
una realidad que no se parece a aquella y de aprovechar la circunstancia para
hacerlo como el espíritu democrático exige. El diseño institucional que se hizo en 1978 abrió
muchas caminos y permitía avances en positivo y hacia delante en una sociedad
que lo necesitaba todo. Pero las traiciones políticas a ese espíritu tomaron
solo uno de los caminos posibles, entregándose a los mercados. Pero eso se
puede cambiar ahora.
Reformar la Constitución no es difícil. Decir lo contrario sería decir que la inclusión secreta, nocturna y sin consenso del art 135 que viola la mayoría del articulado anterior y el carácter social del texto, fue algo muy difícil de lograr. De lo que se trata ahora es de hacerlo abiertamente, con transparencia, con acuerdos y tras un debate hecho por el pueblo español, de aprovechar los caminos y opciones que se dejaron abiertas y amoldar el texto a la comodidad de todos, porque de una relación incómoda se huye y porque a nadie se le puede pedir que se sienta responsable de una decisión en cuyo debate no se le dejó participar.
Desde 1978 se han ido vaciando de contenido real algunos artículos de la Constitución, los que para mí son los más importantes en la vida cotidiana de la mayoría, y que son hoy de difícil aplicación porque sobre ellos rige el citado 135. Cualquier promesa de política avanzada en materia social, fiscal o de protección que hoy se quiera hacer está supeditada a una realidad cuyo control no está en nuestras manos: el déficit. Y son las políticas más importantes y necesarias siempre, y especialmente en los malos momentos como este. Somos un país intervenido.
Hay tres argumentos perceptivos para defender la idea de que es imprescindible y urgente la reforma constitucional. Los tres tienen que ver con el modo que la Constitución ya no cumple su papel esencial de garante de la convivencia y la democracia real que debería tener. Son: La contradicción insostenible en la que la han sumido; La incomodidad de su sistema territorial y modelo de estado; Y su inutilidad emocional.
Contradicción insostenible en que la han sumido. Artículos como el 128 que dice que “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general…”, y los artículos que hablan del derecho de todos y todas a vivienda, empleo, cultura o igualdad ante la ley son una ficción en la vida de mucha gente. Son cotidianamente y conscientemente incumplidos. Han vaciado a la Constitución de sus garantías positivas y hay una severa contradicción que también viola de facto el espíritu que la alumbró que es el citado art. 135, en su significado, modo y origen. En su significado porque impide el desarrollo real de los anteriores; en el modo por el secretismo en que fue perpetrado negando derechos de información, discusión, expresión y decisión. Y porque nunca fue sometido a referéndum tras la irrespetuosa aprobación en la Congreso como dice el titulo último de la Constitución al hablar de reformas; y en origen porque la razón es el mandato exterior de poderes no españoles, no elegidos y no controlados democráticamente por la ciudadanía.
Las reformas que deberían plantearse pues, tras una discusión real en la ciudadanía, abierta, transparente y votada son:
La
incomodidad de su sistema territorial. Este es un argumento más sencillo: la adecuación de un
sistema territorial en el que casi todo sea posible para que todos nos sintamos
cómodos. Tiene que ver con el modelo de estado. En el invocado espíritu del 78
se supo ver las personalidades diferentes de cada territorio y la forma de
percibirlo para establecer diferencias en las comunidades. Yo creo que es
perfectamente compatible la singularidad de cada territorio con la
universalidad de derechos y la igualdad política. La semejanza engendra la
concordia y el respeto a la diversidad conlleva la comodidad y la justicia.
Las reformas que deberían plantearse pues, tras una discusión real en la ciudadanía, abierta, transparente y votada en este sentido es:
Así que la reforma que deberían plantearse pues, tras una discusión real en la ciudadanía, abierta, transparente y votada son:
Nada que no obtenga una respuesta clara a un ¿por qué?, merece ser tenido por intocable. Todo sobre lo que se pueda discutir y dialogar es susceptible de cambiarse. Y hay que hablar siempre sin miedo a descubrir otras posturas y las aparentes disensiones que pueden convertirse en acuerdos. Ese era el espíritu ¿no?
Reformar la Constitución no es difícil. Decir lo contrario sería decir que la inclusión secreta, nocturna y sin consenso del art 135 que viola la mayoría del articulado anterior y el carácter social del texto, fue algo muy difícil de lograr. De lo que se trata ahora es de hacerlo abiertamente, con transparencia, con acuerdos y tras un debate hecho por el pueblo español, de aprovechar los caminos y opciones que se dejaron abiertas y amoldar el texto a la comodidad de todos, porque de una relación incómoda se huye y porque a nadie se le puede pedir que se sienta responsable de una decisión en cuyo debate no se le dejó participar.
Desde 1978 se han ido vaciando de contenido real algunos artículos de la Constitución, los que para mí son los más importantes en la vida cotidiana de la mayoría, y que son hoy de difícil aplicación porque sobre ellos rige el citado 135. Cualquier promesa de política avanzada en materia social, fiscal o de protección que hoy se quiera hacer está supeditada a una realidad cuyo control no está en nuestras manos: el déficit. Y son las políticas más importantes y necesarias siempre, y especialmente en los malos momentos como este. Somos un país intervenido.
Hay tres argumentos perceptivos para defender la idea de que es imprescindible y urgente la reforma constitucional. Los tres tienen que ver con el modo que la Constitución ya no cumple su papel esencial de garante de la convivencia y la democracia real que debería tener. Son: La contradicción insostenible en la que la han sumido; La incomodidad de su sistema territorial y modelo de estado; Y su inutilidad emocional.
Contradicción insostenible en que la han sumido. Artículos como el 128 que dice que “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general…”, y los artículos que hablan del derecho de todos y todas a vivienda, empleo, cultura o igualdad ante la ley son una ficción en la vida de mucha gente. Son cotidianamente y conscientemente incumplidos. Han vaciado a la Constitución de sus garantías positivas y hay una severa contradicción que también viola de facto el espíritu que la alumbró que es el citado art. 135, en su significado, modo y origen. En su significado porque impide el desarrollo real de los anteriores; en el modo por el secretismo en que fue perpetrado negando derechos de información, discusión, expresión y decisión. Y porque nunca fue sometido a referéndum tras la irrespetuosa aprobación en la Congreso como dice el titulo último de la Constitución al hablar de reformas; y en origen porque la razón es el mandato exterior de poderes no españoles, no elegidos y no controlados democráticamente por la ciudadanía.
Las reformas que deberían plantearse pues, tras una discusión real en la ciudadanía, abierta, transparente y votada son:
-
La
supresión de este artículo 135, y la salvaguarda real y efectiva de los derechos de la ciudadanía como
la vivienda, la salud, la alimentación y la educación en todos sus niveles.
-
El
Modelo de estado y de jefatura de estado una vez diluidos todos aquellos mitos
-que quizá fueran reales pero que en cualquier caso, ya no lo son- de que el
rey aseguraba la unidad. Somos una sociedad madura y nuevas generaciones
formadas reclamamos decidir: monarquía, republica, (yo, republica sin duda) y
que tipos de ellas en todo caso.
-
Edad
de derecho a voto a los 16 años porque a esa edad se es sujeto de derecho
matrimonial, parenteral, familiar y laboral en el ordenamiento jurídico
español, puede decidir sobre una operación estética sobre tu propio cuerpo, y se es protagonista máximo de las políticas
educativas. En Aragón, además, el derecho foral reconoce nuevos derechos a
partir de los 14 años.
-
Supresión
del Senado que no tiene ninguna función territorial real. España tiene 17
parlamentos autonómicos y a las diputadas y diputados del Congreso se les elige
en listas provinciales que les exige ser representantes de la ciudadanía de su
territorio.
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Más poder y reforma del
Parlamento, sometido
hoy a una ausencia de debate real con la aplicación de peligrosas mayorías de
madera y sin transparencia en su funcionamiento y sus gastos, y modificación de la ley electoral y los
criterios territoriales de representación para que refleje realmente la
realidad política de la población.
-
La participación real de la
ciudadanía en la toma de decisiones: referéndums ante decisiones trascendentes,
revocatorios de cargos y gobiernos por incumplimiento esencial de programas y
promesas, y posibilidad de presentar iniciativas sociales en el parlamento.
Las reformas que deberían plantearse pues, tras una discusión real en la ciudadanía, abierta, transparente y votada en este sentido es:
-
La construcción de un estado
federal reconocido
con el seguro de justicia financiera para todos teniendo en cuenta la
diferencia de cada territorio en extensión y población. Estos dos aspectos son
la madre de otro cordero. No es igual
48.000km2 de extensión con un millón 200mil personas que con tres millones. Hoy soportamos la
contradicción de que puede violarse el derecho constitucional de usuario del
mismo servicio en todo el territorio del estado y que somos un estado
injustamente asimétrico.
La inutilidad emocional de texto actual. No es lo mismo la realidad que su
percepción en un nivel
emocional y político. Si la gente que debe sentirse amparada y a la vez
defensora de la Constitución como norma máxima y marco de su convivencia y su
orden político y su orden social, no se siente ni amparada ni defensora, no
sirve de nada. Vivimos bajo la semántica intervenida, con la sensación de que
los dueños de las cosas lo son también del lenguaje y, a menudo se nos habla de
cosas de aparente gran valor político e intelectual, que son incomprendidas por
la mayoría. Y no las comprenden o comprendemos, no porque seamos incapaces de
hacerlo o nos falte el conocimiento sino porque no tienen que ver con la
realidad cotidiana de la gente, no es percibido como cercano, hay desafección
porque hay abandono o la sensación de que ya no nos sirve lo que quizá antes sí
servía.
Hay que tener en cuenta las emociones. En el mundo del
derecho quizá es una virtud sustraerse a las emociones. Pero para redactar el
gran documento que debe regular nuestra gran convivencia hay que ser consciente
de cómo las emociones y los sentimientos condicionan la percepción de las
cosas. Los axiomas son poco negociables y poco comprensibles. Y sin posibilidad
de negociación y sin comprensión no se puede vivir. Al menos vivir bien y en
paz. La cultura de
paz se define como la voluntad de vivir juntos. Y eso hemos de decidirlo y
percibirlo.Así que la reforma que deberían plantearse pues, tras una discusión real en la ciudadanía, abierta, transparente y votada son:
-
Justamente las citadas en un proceso nuevo, abierto y
transparente desde la ciudadanía que de paso a eso que algunos llaman segunda
transición, proceso constituyente, reforma profunda o como busquemos para
nominar a un proceso de cambio urgente que necesitamos. Si le ponemos un buen
título, igual sale mejor.
Todo esto es lisa y llanamente política. Algo maravilloso, utilísimo, necesario y que, lejos de lo
que algunos y algunas se empeñan en contar, cada día se practica más.
Seguramente lejos de las maneras que venían siendo habituales y en otros
formatos, pero cada día hay más gente haciendo más política. Si ya no estamos
cómodos, cambiamos las cosas, si la norma de convivencia básica ya no nos ayuda
a convivir a gusto de todos o de la inmensa mayoría, se cambia. Hace falta un
poco de valor, eso sí, y de visión de futuro y de percepción de la realidad un
poco alejada de los despachos. La sociedad es otra de la que era en 1978. Sus
anhelos y circunstancias son otros. Las cosas que entonces se dejaron
parcialmente hilvanadas se pueden redefinir, las que se cosieron a perpetuidad
se pueden disolver, las que se ensayaron se pueden reformar porque ya hemos
experimentados las cosas. Nada que no obtenga una respuesta clara a un ¿por qué?, merece ser tenido por intocable. Todo sobre lo que se pueda discutir y dialogar es susceptible de cambiarse. Y hay que hablar siempre sin miedo a descubrir otras posturas y las aparentes disensiones que pueden convertirse en acuerdos. Ese era el espíritu ¿no?