“Una mierda. Pero que me dure porque
si no… Yo hago muchas horas que no se pagan porque son necesidades de la
empresa. Lo de las horas de salida, un poco como siempre, estiras, un cliente tardano,
la caja, que te llama el jefe de sección a última hora y te pide algo, y claro,
tú lo haces”. Los 40 minutos de más no se los quita nadie. Nunca sabe
exactamente cual va a ser realmente su horario, así que eso de conciliar vida
familiar y laboral se ha quedado en muchos casos para la función pública y
algún privilegiado. Es una moderna formulación de lo que debería ser un derecho
básico pero que se quedo en el olvido de la modernidad nada más nacer y antes
de que las empresas debieran ponerlo en práctica de veras: “hombre no, estudiar
y añadir una actividad estable, no, es difícil, mis turnos son cambiantes y sin
hora fija, un poco follón. Y los festivos no se cobran como festivos, no. Once
al año van incluidos en mis 840 € mensuales que a veces son 870 y otros 820. Nooo,
que va, nunca llego a los 12.000 anuales”. Son esos festivos tan del gusto de
tanta gente a quienes resulta imprescindible comprarse una camisa o unas
zapatillas justo en domingo o basan su ocio en ver los escaparates. “Y claro, los
que somos padres y madres temblamos porque con eso no mantienes a tus crios si
en tu casa no hay más ingresos”. Y en la suya los hay por poco tiempo y en
precario: 400€ de desempleo de su pareja que también trabajaba en el comercio y
se le aplicaba el mismo convenio de grandes almacenes, firmado en enero de 2013
por FETICO y rechazado por los demás sindicatos, y que afecta en Aragón a algo
más de 4.000 personas. Pero ya no. Es una de la víctimas de una crisis que no
es tal cosa sino el nuevo modelo económico y social impuesto en España y en la
Europa neoliberal y azulada de los últimos tiempos.
Están alquilados. 70m2 en Las
Delicias, Zaragoza, 450 € al mes. Él debe ir a trabajar en coche, así que suman
el mantenimiento, los seguros, impuesto de circulación y el combustible.
Sonríen si les hablas de pobreza energética ahora que ha terminado el verano y
los días son más largos. “La pobreza es pobreza, energética o alimentaria”. Lo
dice ella, su pareja, la filóloga de la familia. “Pero claro que hemos sido más
románticos que nunca, en penumbra, por no gastar. Y nos hemos querido más,
juntitos los cuatro en el sofá con una manta para racionar la calefacción que
apenas hemos puesto”.
El caso de ella es
paradigmático. “Se me quitaron de encima porque la ley se lo permite. Y mis ex compañeros,
por cierto, jamás dijeron nada en contra de las condiciones en las que se
trabaja. Yo tampoco, es verdad, me daba miedo dar la cara. Pero ahora creo que
hay que darla porque igual he acabado en la calle a mi edad”. Tiene un
compañero que lleva dos años con un contrato de 14 horas semanales para
reforzar a varios de media jornada los cuales no pasan de 490€ al mes. Algunos
de ellos rozando los 40 años.
“Cariño” –dijo él eufórico y con un
tono en exceso agudo al llegar a casa- “que ya estamos saliendo. Saliendo de la
crisis”. Ella le miró raro y con atención. “Oye, eso dicen”- insistió. Ella
Intentó dilucidar si él quería torpemente ser irónico, se había vuelto idiota o
venía a anunciarle que tenía un empleo nuevo y en condiciones levemente
decentes. Pero no, esto último no podía ser. Ironía o estulticia. Pensemos que
era ironía. Son David y Gema pero pueden
ser cualquiera.
* Publicado el 27.04.14 en El Periódico de Aragón