jueves, 26 de marzo de 2015

Por qué me gusta tanto el teatro

Me han preguntado por qué me gusta tanto el teatro. Por qué amo el teatro. Advertí que podría pasarme horas buscando una sola frase que lo resumiera, o necesitar centenares de líneas para explicarlo.
La advertencia no surtió efecto pero tampoco me hicieron falta horas para encontrar una frase capaz de contener la esencia de las razones por las cuales el teatro forma parte con tinta indeleble en mi agenda mental. Es esta: el teatro me parece la mejor manera de contar la vida, el arte escénico es el único que no puede consumirse por internet; y el que más actual, vivo y contemporáneo será siempre porque es el único que cada noche se reinventa, se actualiza, se reinicia a sí mismo para mostrar todas las pasiones humanas. La frase puede copiarse. Seguro que durante miles de años miles de amantes de la escena han pensado y dicho lo mismo de muchas maneras distintas que significaban lo mismo. En el teatro, los actores y actrices sudan para ti, tu energía interactúa con la suya modificando su fuerza, su reacción y hasta el modo de sentir y decir un texto. No hay primeros planos porque todo es un permanente plano general donde vive la fantasía, la imaginación, la realidad, el placer y el dolor al mismo tiempo, como ingredientes imprescindibles de un guiso salvífico que pondrá delante de tus ojos y tu entendimiento las razones de las personas, sus miedos, sus risas, sus locuras… Te sientas, miras, sientes y te arrastran a un mundo donde se desvelan todos los secretos.
¿Y en el cine? No, en el cine no. El cine es uno de los mejores inventos de la humanidad donde esto también puede pasar. Y en la literatura, expresión básica para hacer cine. Pero en ambas, lo escrito y filmado, escrito y filmado está. Y sólo en el teatro serás parte de la acción que transcurre a unos metros de ti. Sólo en el teatro, una silla será un trono que será un reino que será un mundo que será una pasión que será una traición que será una aventura que una lección para la vida. Y mañana por la noche, la misma silla será lo mismo pero no será igual.
Se cuenta la vida como nunca nadie te la contará fuera de un teatro.
Se llama Imaginación y Fantasía. Y Contar la Vida. Y si aún no sabes cómo es o te has olvidado, es que has aparcado un pequeño rincón de tu imaginación donde suelen juntarse la emoción con la inteligencia, el rincón de la neurona que solo se excita en un teatro.
Y eso, a pesar del criminal IVA, del abandono de serias políticas culturales y las erróneas políticas teatrales, de la aculturización social, y de miseria económica que corroe los bolsillos de quienes podrían empezar a ir al teatro y quedarse para siempre pero que, a lo peor, no pueden empezar.
Seguramente con esto no he convencido a nadie que no lo estuviera ya. Solo hay una forma de hacerlo, venir a ver. Sólo una hora y media  en una butaca.
 
Foto: El Hospital de los Podridos (y otros entremeses para el Siglo XXI). Compañía Tranvía Teatro.

sábado, 21 de marzo de 2015

Un Hijo. Palomas lo ha vuelto a hacer

Es posible que los niños y niñas puedan saber más que los adultos presuntuosos, congelados, estáticos y prejuiciosos. O sea, la mayoría. Guille es un niño normal al que su padre y su seño se empeñan en ver demasiado sensible. Su padre sospecha, le quiere de un modo brusco y no está dispuesto a transigir con las palabras y consejos de la seño o la orientadora del cole. Guille no tiene a su madre cerca. Tiene a una amiga con su propio micromundo de adultos estúpidos, presuntuosos, estáticos y prejuiciosos, y tiene a Mary Poppins (“pero la de verdad, la de la novela, no los trozos de yuliandreius”) y los dibujos semanales que servirán como pistas obvias (pero no para los adultos que piensan como tales) en el devenir de la novela.
Prepara con su amiga el festival de navidad del cole entre las soledades infantiles y las responsabilidades que no vemos pero los niños sienten, el peso de su mundo y el peso del mundo que les construimos encima sin pensar si es el que les corresponde, el que quieren o el que pueden soportar.
Pero no es una novela sobre niños y sobre adultos incomprensivos. Solo lo parece. Bajo el aparente tono infantil y fácil en la superficie, Un Hijo es una novela de amores y faltas y, una vez más, de silencios donde debería haber palabras, de paternidades confusas, y de capacidades extraordinarias para sentir en medio de un vendaval de emociones que todo el mundo debería ver pero que, al parecer, nadie ve. Hasta que Guille consiguen que vean lo que tienen delante.
Es verdad, como se ha dicho y escrito, que te anuda el corazón, que te atranca la garganta y que te hace saltar las lágrimas. A mí me pasó. Va in crescendo, sube la tensión, la angustia, la pena… pero Guille es un  niño maravilloso como sólo pueden serlo los niños y niñas a los que escuchan con los oídos y más. Y Palomas es un novelista excepcional que, en este caso, nunca se sale del tono aparentemente fácil, personal y definitorio de cada uno de los personajes que narran (Guille, su padre, su seño y su orientadora) que mantiene la tensión sin hacer saltar la espita final. Huye del exceso y del melodrama fácil y espasmódico, porque cuenta emociones y situaciones tremendas sin forzar por ello las palabras. Las muestra. Y las sitúa en contextos claros y reconocibles.
Y cuando dejas de llorar, que lloras, es por qué llega la liberación. Escuchas a Guille. Lo ves. Y a su amiga. Y a su padre lo ves porque escuchar a quien no se lleva bien con las palabras no es fácil. Y entonces, Guille se queda para siempre en tí con tanta carne y tan real como cualquier otro niño de tu vida. Hace dos semanas que la leí y aquí sigue Guille. Sin intención de irse. Las lágrimas sí se fueron porque Palomas tiene muy medido el límite de la emoción.
Verán cuando terminen por qué esta es una novela supercalifragilisticoespialidosa. Y tremenda.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Victoria, mi primera novela, publicada en Tropo Editores en otoño.

Victoria es una mujer y muchas a la vez a lo largo del tiempo. Y un concepto que tiene más que ver con la resistencia y la permanencia que con ningún triunfo. Victoria es también el nombre de la protagonista de la novela. Comparte el nombre con toda una involuntaria saga de mujeres consideradas solas a través de la historia, siempre con una guerra de fondo a la que no han contribuido pero de la que son víctimas y protagonistas directas, y siempre con la esperanza no medida de un nuevo eslabón de su saga.
Es también una novela contemporánea sobre la gran historia contada, y la pequeña y verdadera historia hurtada. Es una historia de amor y de amistad, y sobre el valor, el atrevimiento y la importancia de las palabras y de la poesía que evidencia que tras las grandes palabras y hechos que se cuentan en la historia oficial, están las emociones y detalles nunca narrados que cambiarían por completo nuestra perspectiva si fueran tenidos en cuenta. Y una historia que comienza y termina con un concierto en los que la música distribuye la rabia y la esperanza.
Sale en septiembre. Se titula Victoria.

martes, 10 de marzo de 2015

La poesía

Hace décadas, (en los últimos 80´s) la primera vez que yo pude intentar tomar alguna decisión en un programa de radio, cree un espacio radiofónico semanal llamado “Los Ojos de Elena”, junto a un entonces joven poeta que bautizó así el espacio por su novia de entonces y los versos que le había dedicado en un panfleto grapado y distribuido por él mismo en los pasillos de su instituto, del mío y en los bares. En aquellos años, se “editaba” uno así, y resultaba el colmo de la elegancia si conseguías poner tapas de cartulina a tu publicación. Pero no importaba. Lo que importaba era que un joven de 16 años se atrevía escribir versos y mostrarlos en público, a proferir sus gustos poéticos y a leer versos propios y ajenos en antena y a mantener acaloradas, y a menudo incompresibles, discusiones sobre poesía. Hacía falta interés y amor a los versos (y un poco de valor para ir a contracorriente de tu época, tu generación y tus mayorías, pero eso siempre se nos da muy bien a algunos) para defender y mantener en antena, en una radio comercial atorada de publicidad, rancios prejuicios y "éxitos musicales” fabricados, un espacio como aquél. El poeta era Josema Carrasco (tengo su permiso para citarlo), hoy ilustrador de oficio, buscando con imágenes gráficas la misma provocación que buscaba entonces con los poemas.
Pero el caso es que duró dos años y cuando, años después, dirigí mi propio programa diario, ya en SER-Aragón, convertí ese amor por la poesía en la lectura de varios versos diarios, con su título y su autoría, después de la una de la tarde. Entre el boletín informativo y una larga entrevista, y justo antes de unos compases de eso que llaman música clásica, otro atrevimiento. Un atrevimiento que mi comprensivo jefe nunca entendió ni compartió pero siempre respetó como una de mis locuras de “agitador de éxito” según sus palabras.
Esos tres minutos diarios dedicados a leer poemas en voz de dos maravillosas compañeras, hoy también en otras tareas lejos de la radio, generó pronto una especie de admiración entre quienes recibían la poesía con aclamaciones, y una sorpresa nunca superada entre quienes consideraban una estupidez o una horterada o una decisión fuera de sitio, semejante cosa. Pero incluso entre quienes no admiraban el poder de los versos bien dichos, se corrió, creo, una especie de respeto por los poetas y la poesía teñidos de incomprensión ante ese uso de las palabras.
Nunca ya he vivido sin versos. Los de otros. Y leo y escucho y declamo (sin rimbombancias ni gestos de moribundo) en un escenario o en un bar siempre que puedo.
Supongo que ahí reside el valor de los versos: en su poder de epatar, sorprender, impactar o desequilibrar a quien los oye. A veces incluso de apaciguar, pero este no es el fundamento de la poesía como no lo es de la música; si no agita tus emociones, es que algo falla. Sí puede ser, en mi opinión, clarividente. O política. O militante. O procaz. O guarra. O soez. O clara y liberadora. O lacónica. O avezada. O inquietante. O reveladora. O confusa. O romántica. No soporto que sea meliflua, relamida, traicionera, trompetera (que suene como una aclamación patriótica) fácil, redicha, efectista o pura pirotecnia demodé. También puede ser crónica de la vida real o de los sueños. Puede ser expresión de pensamientos avanzados o reflejo de lucidez o locura.
De un modo arrebatado, no sé si arrebato de locura o de lucidez, Emily Dickinson escribe: Mucha locura es divina cordura para una mirada sagaz. Mucha cordura, la más rematada locura. En esto, como en todo, prevalece la mayoría. Asiente y te consideraran cuerdo. Disiente, y de inmediato serás peligroso y atado con cadenas. Pensamientos similares han escrito muchos otros poetas y filósofos (y poetisas y filósofas aunque con evidente punto de vista distinto derivado de su marginal papel social y el hecho de ser víctimas del patriarcado) pero seguramente no con la contundencia y la hermosura que estos versos ofrecen.
Así que el día en que oigo a alguien con normalidad, sin gestos relamidos y forzados de declamante cutre, hablar de poesía, ver que la lee, o que la cita o que la escribe o la edita o la rapea, o la compra y la vende en una librería (tan abandonadas ellas y tan escasas de versos), o la oye porque hay canciones cuyas letras son poemas sublimes, o la roba o la toma prestada en una biblioteca pública (tan abandonadas ellas y tan escasas de versos) siento (no creo porque los ateos no creemos) que aún sirve como instrumento vital y que en los humanos queda restos de esperanza. Y si no, también siento lo mismo, porque hay muchos humanos formidables que (aún) no han sentido un verso en su vida, y muchos poetas verdaderos cabrones.
La poesía también te enseña cinismo. Lo que aún no me ha enseñado es a olvidarme de ella.
 
*FOTO extraída de educarm.es

domingo, 1 de marzo de 2015

Soy el Siete

Es un número con mucho valor simbólico, pitagórico, mágico, futbolero, judaico... pero, sobre todo, es el que 3.731 personas en Zaragoza mediante un modélico sistema de primarias abiertas, ha decidido que ocupe con 30 personas en la lista de Zaragoza en Común. Para ganar la ciudad, para hacer otras cosas de otro modo. Somos lo que hacemos, mucho más que lo que decimos, aunque mi oficio sean las palabras. Y tras dar la cara para que me la rompieran muchas veces, para sonreír en las victorias, para reír en las derrotas y para observar y contar sin límites qué hay y lo que pasa desde los 15 años, ahora la doy en una lista electoral para formar parte de un equipo que quiere cambiar la ciudad. Es un equipo de iguales surgido de una riada democrática cuyo cauce no se puede dragar, cuyos limos enriquecen y alimentan un humus imparable de abajo a arriba. Revocable, limitado, obediente ante la ciudadanía y que se define desde su origen en la voluntad de converger, sumar y cambiar, sin líderes ni carreras personales. Con los sueldos y los tiempos limitados.
Tras toda esta poética de la política y esta ética estética, hay un proyecto, una actitud y un programa colaborativo en proceso de elaboración desde octubre, y un plan de urgencia, que no sueña sino que practica otro modo de ser, de vivir y de hacer las cosas. Ha sido muy emocionante desde el principio y la más grata demostración democrática de que se puede hacer, ser y vivir de otra manera todo, incluso la política, maldita como oficio afín a los poderosos, y fundamental como servicio colectivo.
Gracias a quienes votasteis por mi y a quienes no, en un modelo histórico de trabajo, yendo a pecho descubierto y sin andamio detrás.
Vamos a plantar juntos e iguales porque "venimos simplemente a trabajar y a arrimar el hombro al tajo". Como siempre, incluso cuando tantas veces en 25 años no me han dejado siquiera "subir al escenario".
Traemos otro modelo de ciudad, cultural y vital para hacer en común, sabiendo que participación es diagnosticar, promover y decidir.
En mayo, llega la primavera. ¿Tu también quieres sembrar?