miércoles, 26 de agosto de 2009

Autobiografía de Charles Darwin


150 años después, a Charles Darwin se le conoce muy poco y muy mal en España. En la escuela se enseña(ba) mal, se repetían hasta la saciedad algunos simples axiomas que jamás escribió (como eso de que el hombre viene del mono, cuando en realidad explica la evolución del ser humano y los simios de un ancestro común), las iglesias siguen poniendo en cuestión su trabajo científico subyugándolo a los mitos y dogmas de sus fes y, hasta el bicentenario de su nacimiento (2009), muchos de sus 17 libros publicados en vida no se habían traducido al español. Ahora están casi todos.
La editorial Laetoli y la Universidad Pública de Navarra han publicado su Autobiografía, un pequeño librito escrito entre el 28 de mayo y el 3 de agosto de 1876 en “la mayoría de las tardes durante casi una hora” cuando Darwin es un anciano con una inusitada experiencia acumulada, exuda sinceridad y se defiende de las acusaciones de algunos creyentes y enemigos políticos. Incluido su viejo compañero Fitz-Roy, capitán del Beagle, con quien se hace a la mar durante cinco años para estudiar la naturaleza de las tierras que visitan y para dar conversación a un capitán cuya clase social no le permite intimar con su tripulación y que mostraría su indignación para siempre desde que Darwin publica El origen de las Especies. Fitz-Roy acabaría suicidándose y enterrado en un velatorio cuyos gastos pagaron sus amigos mediante suscripción porque se había “empobrecido al final de su vida debido, en gran parte, a su generosidad”. Es a bordo del Beagle donde escribiría un maravilloso diario, editado en español, con una sorprendente fuerza literaria y una prodigiosa belleza cuyo interés trasciende en mucho el naturalismo para rayar la sociología, la política y la poesía.
En esta Autobiografía, Darwin escribe sobre sus opiniones en torno a la religión, observa al cristianismo como “una doctrina detestable”, cuenta como la escuela fue casi siempre para él una experiencia dolorosa mientras el saber le interesaba cada vez más, recuerda que su padre fue un masón en su juventud y siempre un modelo de comportamiento para él, y define su agnosticismo casi ateo a la luz de su experiencia y su saber. La Autobiografía, encargada por un avezado editor alemán que le pide "un informe sobre la evolución de mi mente y mi carácter", se publicó censurada por su hijo Francis Darwin bajo la supervisión de su viuda Emma Wedgwood en 1887 y no se recuperó su texto integro hasta los años 50 del siglo XX, castigada por virulentos defensores de alguna fe. En esta edición, los numerosos fragmentos censurados aparecen en negrita añadiendo cierto morbo a su fascinante lectura.
Una lectura que puede ser rematada por su diario a bordo del Beagle que llamó Diario de un naturalista alrededor del mundo, donde pone en práctica alguna de las cualidades que describe de sí mismo al cierre de su Autobiografía: “…amor a la ciencia, una paciencia sin límites al reflexionar largamente sobre cualquier asunto, la diligencia en la observación y recogida de datos y una buena dosis de imaginación y sentido común”. Y una tremenda humildad que destilan todos sus párrafos.