domingo, 3 de marzo de 2013

Dictomías (malvadas)*

Nos plantean la vida como una suma de dicotomías malvadas para elegir. Y es mentira. Una trampa para ratones en la que los ratones somos nosotros sin saberlo. Por ejemplo, hay dos formas de hacer política (siendo básicos): un concepto de la política sangrante y depredador, que a fuerza de ser mayoritario hace que veamos toda la política y todos los políticos de igual modo; y otro constructivo y transparente (que también se practica). La política que construye la res-pública (Platón) y la política que pertrecha los intereses de la élite por medios corruptos y las mentiras con glamur (la amante del aún Rey de España) y las mentiras cutres y ridículas (Cospedal, mentirosa balbuceante).
Las citas en el Parlamento y en las Cortes de Aragón y su reflejo en la calle muestran esta amarga y habitual dicotomía. Son "ocasiones que pudieran haberse transformado en acontecimiento". Sin embargo, las luces que se encendieron para iluminar estaban destinadas a cegar. Que la verdad no nos afecte, que la miseria no nos importe, que la desvergüenza no nos limite. O que la calle nos muestre las verdaderas necesidades de la gente. Unos practican la política de Tomás Moro, otros la de Fouché y Richelieu. Aunque muchos no sepan datarlos ni citar una frase ni un contexto de las ideas de ninguno de los tres. Valle Inclán (habitual en el Teatro de la Estación) hubiera escrito un par de trilogías esperpénticas más si hoy hubiera mirado un telediario con un ojo y una ventana a la calle con el otro.
Otra dicotomía: como o pago la hipoteca. Subsisto comiendo con lo que me queda en casa o cumplo con la banca siempre hambrienta para no dormir en la calle. Es una dicotomía también malvada porque el mero hecho de que se produzca ha traspasado los límites aceptables del sistema y la desvergüenza gubernamental y de todo poder. Y además es falsa porque llegados a ese punto, antes o después, dejarás de poder comer y dormirás en la calle.
Es una consecuencia de una fe dañina que cree que lo privado siempre es mejor que lo público. Dicotomía falaz puesto que en la misma acepción de los términos se entiende que en lo uno, es de todos y en lo otro, es de unos pocos. Que la gestión privada de lo público supone un ahorro es una mentira como un piano. El supuesto ahorro deriva de recortes y supresión de servicios y se transforma en beneficio de quien gestiona para menor servicio al usuario.
Otra dicotomía, malvada también, a la que nos obligan negándonos que hay otras vías: Lasitud Inoperante o Agresividad Inepta. La actitud del Gobierno de Aragón o la del Gobierno de España. Uno que mata de pasividad e inanición (con tijera) y otro que nos mata de vergüenza y ataques al bienestar (con tijera también).
Uno de los más deprimentes filósofos europeos, Schopenhauer, destila otra dicotomía que bien pudiera reflejar el devenir político de los últimos tiempos que no se romperá hasta romper con el régimen: "La vida oscila como un péndulo entre el sufrimiento y el tedio". ¿De verdad no entienden por qué crece la desafección del pueblo para las instituciones? Porque ustedes fueron primero desafectos con la gente. Lo malo es que para ustedes las instituciones son sólo un modo de vida y una vía de negocio. Para nosotros, el instrumento de la democracia y el bienestar. "Sin esperanza y sin desesperación" en palabras de Isak Dinesen. Esto ya no es una dicotomía sino un estado social latente.
*Publicado el o3/03/13 en El Periódico de Aragón