viernes, 18 de junio de 2010

Fútbol, Fútbol, Fútbol

Los equipos de fútbol de primera y segunda división en España deben a la Seguridad Social y la Agencia Tributaria 6.000.000.000 de euros. Haré como en los cheques que nunca firmé y lo diré en letra: seis mil millones de euracos. Tal cual. Algo así como el ahorro que se consigue con las rebajas y las congelaciones salariales de los trabajadores públicos recién aprobadas; o dos veces la aplicación de la Ley de la Dependencia según las previsiones de 2009. Y si, ya sé que ver fútbol es una actividad colectiva de ocio que practican en sus teles o en el bar millones de españoles y españolas, y algunos miles en los estadios. Sé también que posee un componente emocional muy intenso que mantiene a flote a mucha gente, que estructura pandas de amigos y que se suma a la filiación sentimental de millones de personas con su ciudad, su equipo, su comunidad o consigo mismo, en ese proceso mental de la identificación con el grupo que muchos individuos hacen para superar la nimiedad de la conciencia individual. Sé que toca de lleno el corazón de mucha gente, que mueve agendas, anula citas y hasta influye en la vida amorosa o sexual de mucha gente. Sé que es marca de ciudad, de país y de política turística. Y que produce mucho placer mirar fútbol y, a veces, incluso jugarlo.
También sé que el fútbol mueve millones de millones de euros, una pasa gansa, no sé si superada por otra actividad económica legal en el mundo. Tampoco sé si las finanzas de los negocios ilegales planetarios superan sus cifras. Sé que está mas imbricado con la moda, el marketing, los medios de comunicación, las constructoras y otros negocios que la política.
Pero también creo que una actividad no está exenta de IVA y otros impuestos por su valor sociológico, cultural o emocional. Que yo amo el teatro, y paga impuestos y seguridad social; que las bodegas generan empleo, fijan población en el medio rural y el vino es parte importante de la cultura española, y pagan impuestos; o que mi madre adora las calas blancas sobre toda las cosas, y las floristerías y viveros pagan impuestos.
Si se pueden pagar 80 millones euros por un jugador, se pagan los impuestos. Y si no se puede, no se paga al jugador pero se pagan los impuestos. Si se prima a los jugadores de la selección mejor pagada y primada del mundo (también conocida como la Roja) por hacer su trabajo, hay que pagar impuestos. Y si no también.
Porque si no, además de vergonzoso, inmoral, delictivo y otros epítetos que no caben en esta columnita, pero tengo acumulados en la boca y en la punta de los dedos que teclean mi ordenador, no pagar los impuestos del fútbol es un gravísimo insulto a quienes los pagamos por una nómina, un bar, una empresa o una hormigonera que costea su combustible al mismo precio del que lo usa en su coche para irse de fiesta. Y un espeluznante morro en tiempos de crisis y recortes salariales.
Y no, no tiene nada que ver con me guste o no el fútbol, o que el Mundial funcione como un magnifico telón para tapar virtualmente los efectos de la crisis. Disfruto viendo disfrutar. Pero un país normal y con ciertas aspiraciones a estado del bienestar, aunque sea maltrecho como el nuestro, necesita de sus impuestos.
Y si unos no los pagan, por qué lo van a hacer otros, ¿no?

Publicado en El Periódico de Aragón el 19.06.10