martes, 6 de marzo de 2012

Querida Cristina de Borbón:

Querida Cristina de Borbón (lo de querida comprenderás que es una delicada manera de empezar ésta carta, pero no hay nada de sinceridad en la expresión):

Así que tú no sabes de dónde saca la pasta tu marido. Tú no sabes porque de repente suma a la pasta del pueblo español que te pasa tu padre, una cantidad ingente de euros que os permite la vida padre que os dais (vida padre –el tuyo- nunca mejor dicho). Tú no sabes que hacías sentadita en el consejo de administración de las empresas y las fundaciones donde eras patrona y secretaria porque sólo eras un florero. Tú no sabes a que dedicaba tu marido el tiempo laboral (lo de laboral vuelve a ser ironía) por el cual ingresaba el pastón que os gastáis juntos. Tú no sabes que los cargos públicos (o las cargas públicas, que igual te pega más) democráticos o impuestos por designio de Dios, Franco, o la historia mal resuelta gracias a los que tu familia y tú ostentáis los vuestros, debéis dar ejemplo de honestidad. Tú no sabes que los desvíos de dinero de los negocietes de tu chico a sus apaños personales existían. Tú no sabes que tu padre os largó a vivir a Washington para evitar el escándalo que de todos modos iba a producirse. Tú no sabes que estás (por ahora) fuera del sumario porque tu apellido es una marca y la monarquía española se tambalea y algunos piensan que es mejor no tocar a los vástagos de la realeza.

Pues, Cristina, bonita, perdona que te diga, pero nos habían dicho que la hermana lista eras tú. Así que, una de dos, o las dos sois iguales (iguales que Elena) o tu eres más lista de la cuenta. Ese cuento de tu padre en navidad de que justicia para todos no es que fuera con segundas, es que se me estaba riendo en la jeta. ¿Ni siquiera te van a llamar como testigo? No sé, para hablar de cuales son vuestros gastos mensuales, de si siempre firmabas en las fundaciones y empresas de tu chorbo sin mirar, de si tu Iñaqui te hacía comentarios en la intimidad de lo listo que se cree y la pasta que maneja… algo, guapa, algo. El juez te llama símbolo, un símbolo que no se puede desprestigiar, y tú respiras aliviada. Tienes un cuajo que no te lo tapa ni el maquillaje, reina (uy, perdón, que esa aún es tu madre y luego lo intentará ser tu cuñada).

Porque comprenderás que si encuentro algo elegante y positivo en vuestros tejemenajes con dinero público desviado de los gobiernos de Valencia y Baleares (que casualidad, fíjate, aquí tampoco va a pringar nadie ahora que os habéis cargado a Garzón) es el favor que nos hacéis a los demócratas que vemos la monarquía como una rémora antigua, rancia, cara e incompatible con la democracia. Aunque vuestra monarquía vaya de moderna gracias a tu cuñada y a pesar de tu madre, y nuestra democracia deje tanto que desear.

Atentamente –bueno, no- asqueadamente, un ciudadano español –bueno, tampoco- un ciudadano europeo.